Los niños y niñas que participan activamente en el juego se concentran más, están más atentos, motivados y muestran señales de mayor bienestar, mientras cumplen con sus tareas y desarrollan sus habilidades.
El juego es esencial para la salud, el bienestar y el manejo de emociones en niños y niñas, pero también aporta a su desarrollo individual y social, pues les permite conocerse a sí mismos, a los demás y a su entorno.
Aunque todos los juegos son diferentes, cada actividad promueve una o más habilidades como:
Saltar, correr, dibujar y hasta recortar, son actividades que permiten el desarrollo motriz.
Narrar historias, personificar, jugar escondidas o juegos de mesa, son actividades que fortalecen el lenguaje y el entendimiento del mundo.
Adivinar texturas, jugar frío y caliente, o resolver problemas, son actividades que permiten desarrollar la capacidad de observación, el ingenio y la toma de decisiones.
Imitar a los compañeros, jugar a ser chefs o doctores, son actividades que abren la perspectiva y nos llevan a ponernos en los zapatos del otro.
Jugar con plastilina, construir con bloques, dibujar y cantar nos permiten divertirnos y expresarnos libremente.
Hagamos del aprendizaje una experiencia divertida. ¿Sabes qué características deben estar presentes en el juego?
La alegría es el corazón del juego. La sorpresa, la curiosidad y las experiencias positivas se relacionan con el aprendizaje.
Cuando los niños y niñas relacionan las nuevas experiencias con las que ya conocen, expanden su conocimiento.
Estar inmersos en el juego permite que los niños y niñas aumenten su nivel de concentración, entretenimiento y aprendizaje.
El juego debe invitar a los niños y niñas a explorar diferentes caminos para resolver la actividad de la mejor manera.
La comunicación y la participación de los demás permite construir relaciones enriquecedoras, entender el mundo y aumentar el aprendizaje.